La suspensión con ganchos pone a prueba los límites del cuerpo

La adrenalina invade el ambiente. Casi se respira. Los ganchos de acero quirúrgico están dentro de la piel que ha sido previamente preparada y el momento de despegar del piso y retar a la gravedad con el cuerpo en el aire ha llegado. Los ganchos son insertados en la espalda de Johann López, modificador corporal de Costa Rica, mientras se concentra minutos antes de que se realice la esperada suspensión corporal frente a varias decenas de personas en la clausura de la convención de tatuajes Art Tattoo Bolivia 2012. Art Tatoo Bolivia reunió en su versión 2012 y durante tres días a alrededor de un centenar de artistas dedicados a diversas áreas de la modificación corporal como los tatuajes, implantes subdermales y piercings, entre otras. El espectáculo de suspensión realizado el pasado fin de semana por Johann López y por Javier Lavadenz, conocido como Pato -un tatuador boliviano-, es una práctica milenaria que desarrollaban los nativos americanos. Estos rituales fueron llevados a cabo por la tribu mandan, a orillas del río Misouri, en lo que hoy es Estados Unidos, y servían para demostrar la valentía y fuerza mental de los jóvenes que pasaban a ser adultos. También era una prueba para que los jefes de la tribu distingan quiénes eran los más aptos para ser guerreros. En la actualidad, hay muchas formas de suspensión. En La Paz se realizó una exhibición en la que una persona fue suspendida y la otra se encargó de poner los ganchos, realizar la elevación y monitorear en cada momento la reacción y resistencia de la piel. Una búsqueda personal Desde 2002, López, quien tiene estudios en modificación corporal, es el organizador de la única convención de tatuajes que se realiza en Costa Rica. Para él, las suspensiones son parte de una búsqueda personal, una forma de experimentar con el cuerpo. “Ese ‘sustillo’ es algo que siempre está presente ('). Constantemente me preguntan si duele. Quieren que les diga que no y eso sería mentir, pero es algo que se puede canalizar. Para mí es una manera de encontrarse a uno mismo; es llevar al cuerpo a una sensación que puede parecer un tanto extrema para conocer mis límites”, dice. Después de varios minutos, Matías Tafel, experto argentino en modificación corporal, más conocido como Rata, ha terminado de poner los dos ganchos en la espalda de López, mientras los asistentes a la fiesta de suspensión se han reunido en el patio de The Adventure Brew Hostel, en la avenida Montes. Previamente, Rata revisa el sistema de poleas por el que pasa la soga principal, junto a otra que sostendrá los ganchos. “Tenemos que revisar una serie de cosas, que el armado de nudos sea el correcto, que la profundidad de los ganchos en la piel sea la adecuada para no correr ningún peligro”, explica. Sin los pies en la tierra En el momento de iniciar el espectáculo, López mira la cuerda por última vez antes de ser elevado, mientras Rata supervisa los últimos detalles. Después, con un movimiento seguro y lento su cuerpo es suspendido. El peso de su cuerpo lo sostienen dos ganchos que atraviesan su piel. Tras unos segundos, y una vez en el aire, el costarricense empieza a balancearse por todo el espacio a poco más de dos metros de altura con un movimiento que imita a las agujas de un reloj. Abajo, los que aún tienen el suelo bajo sus pies miran y toman fotos. Los minutos también parecen suspendidos en el tiempo, mientras el cuerpo de López gira en círculos casi sobre las cabezas de los asistentes. Sus movimientos varían a cada minuto: primero asume una posición fetal, luego simula subir gradas en el aire. Uno de los puntos culminantes se vive cuando levanta a una espectadora entre sus brazos por algunos segundos. Rata está atento y mantiene una conversación fluida con López. “La suspensión es como el cherry sobre el pastel”, dice en inglés uno de los 30 artistas invitados llegados de diez países, que observa desde abajo. Para ese momento, algo de sangre ha empezado a brotar de la espalda de López. “Tomamos medidas para que la persona que se suspende esté segura. Yo también realizo esta práctica. He estado del otro lado. Es vital el profesionalismo a la hora de velar por la seguridad de la persona que está en el aire”, dice Rata, mientras ayuda a descender a López, a retirar los ganchos de su espalda y a higienizar las heridas para luego cubrirlas con vendas. Después de esta dura prueba, López dice que la suspensión, como arte corporal, no es una moda, sino un rito cultural y religioso ancestral, aunque también una forma de trascender espiritual o físicamente. “Esperamos haber dejado un poquito de lo que hacemos a la gente. Y que quienes lo ven, aunque no lo hagan, sepan que somos como cualquier coleccionista de arte que compra un cuadro: la única diferencia es que nosotros llevamos la obra en el cuerpo”, asegura.